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Historias │ De cáncer de mama y amor verdadero

Estoy terminando de recolectar información para escribir un artículo acerca de la estrecha relación entre el consumo de lácteos y el cáncer de mama y de próstata (entre muchas otras afecciones derivadas). 

En el proceso me encontré casualmente con esta historia que me impactó al punto de sacarme lágrimas, me recordó mucho la trama de mi película favorita.

Dado que uno de los pilares fundamentales de este blog es crear conciencia acerca de lo fundamental de una buena nutrición y un estilo de vida saludable, me siento en la obligación de compartirla con ustedes.


Siendo el segundo tipo de cáncer más común en el mundo, el cáncer de mama es el más ataca a las mujeres a pesar de los avances médicos alcanzados en el tratamiento de esta terrible y despiadada enfermedad.

El fotógrafo estadounidense Angelo Merendino decidió retratar la batalla de su esposa contra el cáncer durante los cinco años que duró, en los que ambos se enfrentaron a esta dura enfermedad valientemente y unidos por un gran amor. En un principio, las fotos sólo serían mostradas a la familia, pero antes de morir Jennifer le pidió a su esposo compartirlas. Es así como Angelo decidió publicar las imágenes en blanco y negro de algunos de los momentos que vivió con el amor de su vida a través de Facebook y la página “My Wife’s Fight With Breast Cancer”, para que las personas pudieran entender el dolor que aqueja a todos los que sufren esta dura enfermedad.

Sin duda una historia de amor verdadero. Cumpliendo tal y como ambos lo prometieron al casarse, queriéndose y amándose en la salud o en la enfermedad. Ahí estuvo Angelo, para acompañar a su querida esposa. Tómense unos minutos para leer la historia completa, ver las fotografías y dejar sus comentarios al final de este post.



"La lucha de mi esposa contra el cáncer de mama"


Lo supe desde el primer momento en que vi a Jennifer, sabía que ella era la elegida. Lo sabía con la misma certeza con la que mi padre le dijo a sus hermanas cantando “la encontré”, allá en el invierno de 1951, luego de conocer a mi madre por primera vez.

Un mes después Jen consiguió trabajo en Manhattan y se marchó de Cleveland. Yo iba a la ciudad de Nueva York para visitar a mi hermano, pero en realidad sólo quería ver a Jen. En cada visita mi corazón le gritaba a mi cerebro “¡díselo!”, pero no podía juntar el valor para decirle a Jen que no podía vivir sin ella. Finalmente, mi corazón se impuso y, así como lo hace un colegial, me declaré a Jen. Para alivio de mi acelerado corazón, Jen me contestó “¡yo también!” con sus hermosos ojos llenos de brillo.


Seis meses después empaqué mis cosas y volé a Nueva York con un anillo de compromiso ardiendo en mi bolsillo. Esa noche, en nuestro restaurante italiano favorito, me puse sobre una rodilla y le pedí a Jen que se case conmigo. Casi un año después nos casamos en el Central Park rodeados de familiares y amigos. Esa noche, bailamos nuestra primera pieza como marido y mujer al ritmo del acordeón de mi padre – ♫ “Estoy con ganas de amar…”♫


Cinco meses más tarde, Jen fue diagnosticada con cáncer de mama. Recuerdo bien ese momento: la voz de Jen y la sensación de adormecimiento que me envolvía. Esa sensación nunca se apartó de mí. Tampoco olvidaré nunca cómo nos miramos a los ojos y nos agarramos las manos. “Estamos juntos, vamos a estar bien”.


Cada desafío nos acercó más el uno al otro. Las palabras cobraron menos importancia. Una noche en la que Jen acababa de ser ingresada al hospital porque el dolor la desgarraba, ella agarró mi brazo y con lágrimas en los ojos me dijo: “Tienes que mirarme a los ojos, esa es la única forma en la que podré aguantar este dolor”. Nos amamos mutuamente con cada pedacito de nuestras almas.


Jen me enseñó a amar, a escuchar, a dar y a creer en otros y en mí mismo. Nunca fui tan feliz como en ese periodo de mi vida.


Tuvimos la fortuna de contar con un sólido grupo de apoyo durante nuestra batalla, pero aún así tuvimos que luchar para que la gente entendiera nuestra forma de vida y las dificultades que enfrentábamos. Jen sufría de dolor crónico debido a los efectos secundarios de casi cuatro años de tratamiento y medicación. A la edad de 39, Jen empezó a usar un andador y estaba cansada de la hinchazón y los moretones. Las estadías de más de diez días en el hospital eran comunes. Las continuas visitas al doctor derivaron en batallas con las compañías de seguros. El temor, la ansiedad y las preocupaciones eran constantes.


Desgraciadamente, muchas personas no quieren enterarse de estas realidades y en ciertos momentos sentimos que el apoyo que recibíamos se desvanecía. Otros sobrevivientes al cáncer comparten esta misma experiencia. La gente asume que el tratamiento te mejora, que las cosas se ponen bien y que la vida vuelve a la “normalidad”. Pero la realidad es que no existe la palabra “normalidad” en la tierra del cáncer. Los sobrevivientes al cáncer tienen que definir un nuevo sentido de lo normal, a menudo diariamente. ¿Cómo pueden los demás entender lo que tuvimos que vivir día a día?


Mis fotografías muestran esta lucha diaria, humanizando el rostro del cáncer en el rostro de mi esposa. Ellas muestran los desafíos, dificultades, miedos, tristeza y soledad que enfrentamos, que Jennifer enfrentó a medida que luchaba contra esta enfermedad. Pero ante todo, estas fotografías muestran nuestro amor.  Ellas no nos definen, y sin embargo muestran nuestra esencia.


El cáncer está en las noticias todos los días, y tal vez estas fotografías ayuden a que la siguiente vez que se le pregunte a un paciente de cáncer cómo está, la respuesta no sea solamente escuchada sino comprendida con más conocimiento, empatía, entendimiento, afecto sincero e interés real.


“Ama cada pequeña parte de las personas que están tu vida” 

– Jennifer Merendino

























Traducción de la historia al español: Daltry Gárate Carrasco


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